¿Qué pasaría si... en un libro de cuentos para chicos no hay
un narrador "confiable" que conduzca al lector a través del relato o,
simplemente, no hay un narrador?
¿Qué pasaría si... los personajes cambian de identidad
continuamente, se metamorfosean, tienen diferentes nombres, lo que afirman en
un instante es negado en el siguiente?
¿Qué pasaría si... cada tanto diálogos y paréntesis se
alternan con la narración o la suplantan, y nos encontramos con los apartes y
las acotaciones escénicas propias del teatro mientras leemos un cuento?
En El pulpo está crudo, de Luis María Pescetti, pasan estas
cosas y muchas más, porque se trata de un libro donde la materia, la palabra,
deja de ser un medio para transformarse en objeto del relato.
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