Alonso Quijano, hidalgo manchego, a sus cincuenta años de
edad y después de leer cientos de novelas de caballerías, decide poner en
práctica lo aprendido: salir al mundo como caballero andante para deshacer
entuertos y salvar damas en apuros, a lomos de su huesudo caballo Rocinante y
cubierto de las armas de sus antepasados. Su búsqueda de aventura y fama se nos
cuenta en tres viajes o salidas.
Unido a nuestro héroe, encontramos a su inseparable escudero,
Sancho Panza, también a lomos de un noble animal: su pollino; y cargado de unas
armas no menos importantes y fiables: unas alforjas llenas de pan y queso como
espada y lanza, y su inseparable bota de vino a modo de escudo.
Ambos viven las aventuras más inverosímiles luchando por la
justicia; ambos, durante sus andanzas van transformándose, van cambiando un
poco su forma de ver las cosas y el mundo que les rodean. Los castillos, los
gigantes, los grandes caballeros enemigos, las damas que les enamoran -Dulcinea
del Toboso es la gran amada de D. Quijote- tendrán distintas apariencias según
los ojos con los que se miren. Los
castillos serán posadas; los gigantes molinos; los grandes caballeros enemigos
simples comerciantes.